La mano del Señor nos alimenta -Julio 2021

La mano del Señor nos alimenta; él responde a todas nuestras necesidades.
Que todas tus obras te den gracias, oh SEÑOR,
y deja que tus fieles te bendigan.
Que hablen de la gloria de tu reino y de tu poder.
Salmo 145: 10-11

Mis hermanas y hermanos en Cristo,

Cuando te levantas por la mañana, ¿alabas a Dios como sugiere el salmista? Cuando te preparas para tu día, ¿oras para que todas tus obras den gracias al Señor? Cuando llegas a casa de tu rutina diaria, ¿glorificas a Dios al entrar en Su casa?

¿Estás confundido por mis preguntas? Estamos hechos por Dios para Dios y todo lo que tenemos en esta tierra es de Dios, para nuestro regreso a Dios. Por eso les hago estas preguntas porque no estoy hablando de la propiedad a la manera del derecho civil. Más bien, te estoy preguntando acerca de la propiedad de Dios que hizo el cielo y la tierra y todo lo que hay en ella.

Mi próxima pregunta para usted podría enmarcar esto mejor. Si crees que todo es de Dios, entonces tu propia casa es la casa de Dios. Su lugar de trabajo es el lugar de Dios. Todas las personas con las que te encuentras son el pueblo de Dios. ¿Cuán diferente sería tu actitud si tú, como fiel, bendijeras a Dios todo el día?

El milagro del Evangelio del decimoséptimo domingo del tiempo ordinario, no es tan “ordinario”. “La multiplicación de los panes y los peces” es la historia de Jesús alabando a Dios y cumpliendo lo que ha ofrecido el salmista, “la mano del Señor nos alimenta”. Es una historia de fe de la gente, creyendo que Dios conoce nuestros problemas y dolores y cuidará de nosotros. Pero es también la historia de la acción del pueblo en la historia de la salvación.

Piense en Andrés, sabiendo de los ‘miles’ que tienen hambre, que habla de cinco panes de cebada y dos peces. Sí, duda de cómo esto resolverá el dilema en cuestión; sin embargo, tiene el coraje de presentar la idea. Jesús toma la idea y agradece a su Padre por la pequeña cantidad y florece. ¿Hubo otros participantes en el milagro? Quizás otros estuvieron a la altura de las circunstancias como Andrés y sacaron sus propios alimentos y los compartieron con otros. O tal vez algunos se negaron a sí mismos porque su hambre no era tan grande y podían sacrificarse por el bien de otro. Todos participaron para que todos tuvieran su ración.

Dios ve nuestra hambre y nos da alimento para sobrevivir en Su reino, aquel en el que vivimos en esta tierra y para prepararnos para el cielo. Ninguno de los milagros de Jesús son hechos aislados sin consecuencias. Cada uno nos llama a creer y a vivir esa creencia. Por eso comenzamos la celebración de la Misa con la señal de la Cruz, signo de acoger a Dios en nuestro corazón, en nuestra alma. Esta acogida no es dejarse en el santuario del edificio de la Iglesia, sino ser Iglesia dondequiera que vivamos, dondequiera que viajemos, dondequiera que estemos.

La multiplicación de los panes y los peces no es un milagro que subraya, “cada uno por su cuenta”. Es un milagro de compartir. Es la Eucaristía tal como Jesús se ha ofrecido por nosotros para que podamos compartirlo unos con otros.

El Papa Francisco dijo: “Cada vez que nos acercamos al altar para recibir la Eucaristía, debemos renovar verdaderamente nuestro “amén” al Cuerpo de Cristo. Cuando el sacerdote dice, “el Cuerpo de Cristo”, decimos “amén”: pero que sea un “amén” que viene del corazón, un amén comprometido. Es Jesús; es Jesús quien me salvó; es Jesús quien viene a darme la fuerza para vivir. Es Jesús, el Jesús vivo.

El teólogo Tertuliano (c 160-225 DC) describió la práctica común de los creyentes que se marcaban con la Señal de la Cruz a lo largo del día: “En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras entradas y salidas, al ponernos nuestros zapatos, en el baño, en la mesa, al encender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquier ocupación que nos ocupe, nos marcamos la frente con la Señal de la Cruz”.

Comienza el día de Dios con la Señal de la Cruz para centrarte en Dios. Alégrate de haber recibido al Jesús vivo. ¡Qué maravilloso mundo podría ser este! Que todas nuestras obras den gracias a Dios.

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